Son tantos los asuntos pendientes de análisis en el Congreso, que la sesión de hoy se presenta como un debate sobre el estado de la nación.
Creo que oiremos a un Sánchez que busca su propia resurrección. Hace una semana era un hombre hundido que presidía un Gobierno agotado en una legislatura decaída.
Arrancar al Consejo Europeo la isla energética le dio una vitola de luchador con premio. Por eso tenía prisa para consolidar esa imagen y mantenerse en la cresta de la ola y se adelantó al Consejo de Ministros para comunicar las medidas.
De paso, conseguía que la carta al rey de Marruecos fuese un incidente no olvidado, pero sí diluido ante algo de nombre tan pomposo como “Plan Nacional de Repuesta a la Guerra”.
Pero hoy es día 30, y el día 30 fue el marcado por él mismo para aclarar el cambio de postura ante el Sahara. Hoy vuelve a ser más presidente y el guion pone que tiene que hacerse el imprescindible, el hombre adecuado con el equipo conveniente para salvarnos a todos.
Por lo tanto, hará un discurso de exaltación de lo bueno, de condena previa de quienes le critican por insolidarios y poco patriotas, de hacer culpable de todo a Putin y de silencio sobre lo negativo, tarea que maneja a la perfección.
Lo veo salir del pleno como hoy lo dibuja Toni Batllori en su tira de La Vanguardia: “Fernández, pregunta el presidente, ¿has hecho bordar mi símbolo en los pantalones?” “Sí, señor” Y se ve a Fernández mostrando una flor bordada en el culo del pantalón.