Este quizá sea el momento para decir que un hombre de Estado no es de derechas ni de izquierdas. Es de donde lo ponen los demás y las circunstancias. Y algo más: se puede ser de derechas en unas cosas y de izquierdas en otras. E incluso algo más: la política de defensa no es conservadora ni progresista, es la que un país necesita.
Y así, en las fotos de Madrid se ha podido ver a Orban y a Scholz y ambos firmarán los mismos compromisos. En el caso de Pedro Sánchez, además de eso, hay una historia de seducción y quizá de aspiración personal.
La seducción es la de Biden. Sánchez tenía un sueño que nunca ocultó: ser interlocutor del presidente americano. Hizo dos intentos y resultaron muy pobres. El americano lo marginó en las rondas telefónicas con líderes europeos.
Tras eso, recibirlo en La Moncloa, hablar 50 minutos con él, hacerse una foto que se publicó en todo el mundo fue una victoria fantástica que bien merecía un “sí, bwana” cuando se pidió lo de Rota.
Lo del gasto militar es que no se puede decir que no. Primero, porque en España es muy bajo. Y segundo, porque si lo aumenta todo el mundo, el Gobierno español no se puede negar. Sobre todo, si es cierto que lo que quiere Pedro Sánchez para después de La Moncloa es ser secretario general de la OTAN.
O sea, que Pedro Sánchez no sale de esta cumbre más progresista ni más conservador. Sale, sobre todo, más sanchista. “Si cabe”, me dirá Alsina. Y yo le responderé: siempre cabe un poco más.