El proceder del presidente no se entiende, qué le vamos a hacer. Tiene que ha ver alguna clave oculta, algún secreto de Estado o algo así, para que un hecho de trascendencia histórica se haya conocido de la forma en que se conoció: a través de la Casa Real de Marruecos que publica una carta del presidente del Gobierno español.
Es como si Moncloa hubiese enviado esa carta sin darse cuenta de su contenido, se sorprende de su impacto y tiene que organizar una rueda de prensa del Ministro de Asuntos Exteriores, pero no para informar, sino para confirmar lo que dice Marruecos.
Siendo esto muy trascendente, lo que realmente vulnera las normas, los principios y la tradición diplomática de los países democráticos es que la política exterior no es la política de un partido, y mucho menos de un presidente, sino el fruto de un consenso con las demás fuerzas políticas, al menos de las que tienen posibilidades de gobernar.
Y no sólo no se buscó ese consenso en asunto tan sensible, sino que no se facilitó la menor información al principal partido de oposición. Y para aumentar el esperpento, no fue informado el Consejo de Ministros, y tampoco es seguro que se haya compartido información con Argelia en momento tan delicado para el comercio del gas.
Eso hace que tenga razón Núñez Feijóo cuando califica el hecho como “una temeridad”. Este cronista suscribe esa calificación hasta que haya una información que la desmienta. Y solo el presidente Sánchez la puede dar.