Este cronista no puede aceptar que el CNI espió a quien no debía. El CNI investigó a quien tenía que investigar como consecuencia de sus acciones para romper el Estado y promover revueltas que parecían incendiar Barcelona.
Si el CNI no intenta saber quién lo mueve y con qué recursos, su existencia no tiene sentido. Pero eso no lo reconocerá Sánchez ni bajo tortura, porque si lo reconociese no habría tenido sentido cesar a la directora.
Propongo analizar lo que el presidente necesita, que es otra cosa. Necesita, ante todo, salvarse él, y la forma de hacerlo es reconciliarse con sus socios. Para ello inventa un sistema de garantías que pueda venderles como el no va más de los controles y los requisitos judiciales, con la propina de descalificar las autorizaciones de los jueces que pidan los propios jueces, y el compromiso implícito de que no volverá a ocurrir.
Cuando los gobiernos se encuentran agobiados porque les piden explicaciones, funcionan con dos criterios. Uno, inundar de datos sus discursos: cientos, miles de datos, aunque no vengan a cuenta, hasta asfixiar al adversario. Álvarez Cascos lo hizo de forma agobiante cuando explicó el suceso del Prestige.
El otro es anunciar reformas, muchas y profundas reformas, para que al menos no le nieguen voluntad de cambio en busca de la perfección.
Así se intenta salvar Pedro Sánchez, que podrá presumir de eficacia y extraordinaria sensibilidad. Eso es, me parece, lo que en el Congreso vamos a escuchar.