Se debe, probablemente, a una de las palabras más queridas por este gobierno: empatía. La prioridad gubernamental no es solo, como dice Bolaños, la recuperación económica, sino recuperar la empatía con la sociedad, causa real del descenso de popularidad del presidente y de la pérdida de intención de voto de su partido. Para eso se cambió el Consejo de Ministros.
Y el nuevo Consejo se hizo preguntas como esta: ¿a quién beneficia la reducción de penas por sedición y rebelión? Respuesta: a los fugados de la Justicia, empezando por Puigdemont. Sería un regalo a cambio de nada, leído por la sociedad como un entreguismo cobarde y bobo. ¿Cuál es la rentabilidad electoral de esa ocurrencia? Ninguna. Al revés: aumentaría esa imagen corrosiva de un gobierno entregado no solo al independentismo, sino a lo más intransigente del independentismo, que tanto daño le hizo.
Solución: si se quiere recuperar empatía e intención de voto, apárquese una reforma que no figura entre las demandas sociales y, en cambio, suscita insuperables rechazos. Cámbiese el discurso oficial para acercarlo al idioma que habla la ciudadanía y que tiene más que ver con el bienestar, el empleo o las pensiones que con elucubraciones y ocurrencias leguleyas. Ya se demostró bastante generosidad con los indultos. Que nadie pueda decirle a Pedro Sánchez que da facilidades legales a quienes quieren romper el Estado. Creo que esa es la clave, querido Alsina. Y si no la es, la debería ser.