¿Que si el Gobierno calculó bien las consecuencias del cambio ante el Sahara? La duda ofende, querido director. Ni los más veteranos recordamos un cálculo más exacto, más milimétrico, estoy por llamarle más científico. Es que recuerda las más perfectas carambolas vistas en campeonatos mundiales de billar. Nunca se consiguieron tantos efectos de una sola jugada.
Se empezó por una originalísima difusión del cambio en una carta del jefe del Gobierno español al rey de Marruecos, de rey a rey. Esa carta, por su contenido y su forma de llamar al ministro de Exteriores, fue redactada en Rabat y España no corrigió ni su léxico.
Sin que sepamos por qué, dejó fuera del diálogo al rey de España, que tradicionalmente resolvía esos conflictos. Rompió el principio de consenso interior para la política exterior. Dejó en patética soledad parlamentaria al presidente, que no es apoyado ni por todo su Gobierno, como ayer se confirmó de forma definitiva. Transmitió al mundo una imagen de debilidad, con Aznar de altavoz: “A mí me hicieron un pulso en Perejil y gané; a Sanchez le plantean un pulso y ganaron ellos”.
A cambio, no hemos obtenido ni las aduanas en Ceuta y Melilla, que iban a estar abiertas ayer. Y para rematar el brillantísimo cálculo de consecuencias, Argelia. Un país amigo, del que dependemos para la inmigración y el gas, desafiante, cabreado y con el mensaje de que no somos un país de fiar.
Todo perfectamente calculado. Ni diseñado por el rey Mohamed.