Lo de suprimir el Ministerio de Defensa no fue una broma. Fue un proyecto inicial de Sánchez cuando, dispuesto a cambiarlo todo, proponía un Ministerio de Seguridad que integrase Interior y Defensa. Supongo que abandonó la idea cuando se hizo adulto y abandonó las juveniles quimeras de un mundo feliz, sin necesidad de armas, soldados, ejércitos ni ministerios que antes se llamaron de la Guerra.
Ahora, Putin nos dio a todos un baño de realidad y el primero en escribir un acuse de recibo es el alemán Scholz. Scholz se ha dado cuenta de que su país, como toda Europa, no tiene asegurada su defensa frente a las arremetidas expansionistas de Putin, a quien, por cierto, Pedro Sánchez acaba de llamar sátrapa. La ampliación del presupuesto militar alemán es la confesión de que existen enemigos que no solo hacen guerras, sino que llegan a amenazar con su fuerza nuclear.
Nos habíamos acostumbrado a un largo periodo de casi 80 años de paz en Europa, solo roto en los Balcanes, y el gasto en Defensa dejó de ser prioritario ante las urgencias del gasto social. Ahora Putin ha provocado un cambio de mentalidad de trascendencia histórica. La supervivencia de las naciones como tales está en peligro ante esos monstruos belicistas que aparecen dos a tres veces cada siglo en los puntos más insólitos del planeta. Scholz ha sido el primero en reaccionar. Creo que no será el único y Pedro Sánchez lo sabe. Otra cosa es que el pacifismo militante se lo deje reconocer.