Como este cronista no tiene la altura analítica, intelectual, ni profética del señor Redondo, sus consideraciones son mucho más vulgares y elementales que las del señor Redondo. Es cierto que, si hubiera un tsunami de elecciones autonómicas adelantadas con victoria del PP, Pedro Sánchez podría y quizá debería adelantar. Una gran victoria del PP en el viejo feudo socialista andaluz, otra en Castilla y León y una derrota de Ximo Puig en la Comunidad Valenciana serían demoledoras para el PSOE. Y a Sánchez le dejarían una imagen de perdedor que un buen resistente ha de evitar.
Resistir no solo es aguantar, sino prever los desastres. Este cronista coincide con eso, pero también le dice otra cosa: le dice que, si un presidente cuenta con solo ese 23 por ciento de intención de voto que calcula Redondo, adelantar es suicidarse y nadie convoca para perder.
Se adelanta para durar. Es uno de los privilegios que tiene el gobernante. Y un presidente, si cree en el trabajo que está realizando, es como un entrenador cuyo equipo va perdiendo en la primera parte: confía en remontar. Y si es el Real Madrid, incluso en el minuto 93.
Yo donde veo más peligro para Sánchez es en otro tsunami: el de precios que asoma y que puede dejar a gente sin comer. Y, cambiando el punto de mira, es triste, querido Alsina, que por estrategia de tres autonomías e intereses nacionales de partido, este país esté condenado a vivir siempre en campaña electoral.
