Tengo que ser, querido director, delicadamente radical. Lo más difícil de las vacunas fue descubrirlas. Pero la ciencia se puso a ello y lo consiguió. La economía mundial, la economía que no es solo la de grandes estadísticas, sino la que da y quita de comer a miles de millones de personas, depende de la eficacia de la administración de esas vacunas.
Alguien lo decía ayer en este programa: la única política económica es la vacunación. La salida de la agobiante crisis pasa por el canal de Suez de la movilidad. Se prometió que habría vacunas para todos. Pensamos que el potencial humano, tecnológico y financiero de la Unión Europea garantizaba la eficacia y permitiría cumplir el calendario previsto. Cuando se termina el mes de marzo, no hay ninguna seguridad de que ocurra, la Unión no tiene fuerza o argumentos para que se cumplan los contratos y hemos visto el episodio chusco de los 29 millones de dosis de AstraZéneca en Italia, encontrados como un alijo de armas o de drogas.
Al parecer, se pierden 29 millones de vacunas como quien se deja un paraguas en un restaurante. Todo el espectáculo tiene algo de bochornoso. ¿Y sabes lo peor? Lo peor es encontrar hoy el dato de que la Unión Europea vacuna tres veces más lenta que el Reino Unido y los Estados Unidos. Eso es una bomba, porque es decir a los euroescépticos: ánimo, chicos, que si el Reino Unido siguiera en Europa, estaría igual que nosotros. Practicado el Brexit, es tres veces más eficaz.