Este es el primer viaje y, como primer viaje, nos pilla desentrenados. No hay un protocolo, pero sí un montón de opiniones porque todo el mundo cree tener sus normas, desde quien le saluda como un acto de justicia hasta quien le vitupera que se escapó de la justicia.
Hay quien lo ensalza como mártir y hay quien aprovecha la visita gritar Viva la República. Hay quien ve demasiado ruido mediático y quien lo acusa de provocarlo.
Pero me pides mi opinión personal y yo soy de los que digo bienvenido, rey Juan Carlos. Nunca pensé que se le pudiera discutir el derecho de venir a su país cuando quisiera a practicar su deporte o a ver a su familia.
Hay una condena política a la cadena perpetua del exilio. Hubo un portavoz parlamentario que incluso le reprochó una corrupción tremenda: “viene a comer bien”, con léxico de la España de posguerra.
Y hay mucho ruido, es verdad. Casi todas las televisiones retransmitieron el aterrizaje como cuando llegaron los Beatles o la primera visita de un Papa. Pero el ruido no lo provocó él, a quien nadie puede poner una palabra en su boca.
Y yo, querido Alsina, confieso cierta emoción al tenerlo en mi tierra de la que salió como los viejos exiliados y emigrantes.
Pertenezco a la generación de la Transición y como he visto lo que hizo, me da pena tener que haber escrito que no hay perdón para él, que algunos políticos lo traten como un apestado y creo que la Corona no estará bien mientras no resuelva este cisma familiar.