Al hablar con las autonomías, confundió la información con un diálogo que no existió. Al aprobar sus medidas se ajustó a lo que necesita para mantener la coherencia del Ejecutivo sin tener presentes las demandas y necesidades de los creadores de empleo.
El sector socialista hizo más concesiones a Podemos que a eso que vuelve a llamar interés general, en nombre de la protección a los débiles y el escudo social. Le preocupa más una imagen de discrepancia interna que un rechazo externo y por eso pone a Pablo Iglesias con Calviño en la foto de ayer.
Y, respecto a la oposición política, la ignora, dice Pablo Casado que la engaña; pero no la mete en la cárcel, que es lo que haría un régimen despótico. Por qué Pedro Sánchezdio este giro de soberbia después de la aprobación del estado de alarma es un misterio. Puede ser reacción autoritaria a las críticas del PP. O puede que entienda que nadie sabe más que él, que nadie tiene más sentido de Estado que él, que él es la única, la auténtica y la insuperable solución.
Despótico, todavía no: autosuficiente. Por tanto, excluyente. Y un oscuro deseo de trabajarse la victoria y no compartirla con los demás.
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