Madrid |
Lo que hay detrás de esa actitud de no pedir asesoría es lo que anotamos alguna vez: la autosuficiencia del gobernante; ese complejo de superioridad que le lleva a decir "dejadme solo que ahora voy a demostrar lo que valgo". Es esa tendencia a considerar caduco a todo lo anterior, que fue válido y hasta meritorio en su tiempo, pero las ciencias avanzaron una barbaridad.
Y es lo mismo que le conduce a no consultar con los líderes de la oposición, con el riesgo de que un día no voten sus medidas económicas y sociales o la prórroga de los estados de alarma.
Sánchez y sus ministros se pusieron en manos de los expertos, sus medidas son las aconsejadas por los expertos, y el resto son opiniones personales que no vale la pena ni pedir. Eso es, naturalmente, prescindir de la sabiduría, la experiencia y los consejos de los mayores, aunque esos mayores hayan gobernado, como González, durante trece años.
Y tiene una lamentable consecuencia: se desaprovecha un capital humano y político que quizá no sepa de virus, pero sabe cómo afrontar una crisis que otro presidente, Mariano Rajoy, llamaría descomunal.
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