Madrid |
Y eso tiene su liturgia y su proceso mental. Primera autonorma que se impuso, no hablar mucho, que por la boda muere el pez; no sea que la coalición no salga y se tenga que tragar sus palabras.
Segunda, no asustar a la gente, que bastante dijo que el miedo había cambiado de bando. Si entra en el Consejo de Ministros, tiene que tranquilizar a los poderosos contra los que arremetió, controlar el dinero público que hasta ahora le salía de las piedras y aceptar palabros como "equilibrio presupuestario", que en su boca hasta ahora quedaba fatal. Iglesias sabe, porque tonto no es, que gobernar no es agitar. Sabe también que, si gobierna, estará controlado por Bruselas.
Y conoce la experiencia del bipartito de Galicia, que fracasó porque aquello no fue un gobierno, sino dos. Creo que, si la coalición sale adelante, muchos podrán decir "este no es mi Pablo, que me lo han cambiado". Supones que está surgiendo un Iglesias más institucional. Es lo que toca. Es la púrpura. Con coleta o sin coleta, con traje o descorbatado, se está fabricando un nuevo Pablo. Hasta creo que se dejará llamar Iglesias Turrión.