Hay quien sostiene que ahora los candidatos nacen de la televisión. De las tertulias en la tele nació Pablo Iglesias, y Salvador Illa nació de sus ruedas de prensa del coronavirus. Casi un año de ruedas de prensa diarias hicieron al líder político, en ausencia o como complemento de otras cualidades reconocidas. Ahora nos queda la duda de si el señor Illa dirigió la Sanidad pensando en la Generalitat, es decir, cultivando su propia imagen, o como un ejecutivo sanitario.
Y nos queda también la duda de si Sánchez lo trajo al gobierno para crear al líder o lo descubrió al conocer sus habilidades para convertir en méritos los traspiés de su gestión. En todo caso, se trata de un candidato de laboratorio en todos los sentidos.
Se aprovecharon sus servicios al Estado para ponerlo a disposición del interés del PSC. Se cuidó su imagen para hacerlo pasar, como dices, de gris fontanero a esperanza blanca. Y se hizo todo tan en secreto, que el día antes de su salto Sánchez negaba cambios en el gobierno y el propio Illa decía que el candidato decidido era Iceta.
Es la ventaja que tiene el poder sobre los partidos que no lo tienen: permite fabricar un líder sin que nadie se dé cuenta de que se está fabricando y coger a todos con el pie cambiado. Como trabajo de laboratorio, perfecto. Dudo más de la limpieza de seguir en el gobierno hasta la compaña electoral, porque ahora ya no habla el ministro, sino el candidato. Y eso no es cumplir con el principio de igualdad.