De momento, Iván Redondo va a ser columnista en La Vanguardia y parte del equipo asesor del editor Godó. Con eso no se compra uno un coche de gama media, pero se tiene un importante altavoz en un diario tan abierto que abre sus páginas a gentes como el escribidor que les habla. Después, Dios y su habilidad dirán.
Redondo empieza de nuevo porque quiso, tiene una empresa de asesoría, cada día más difícil de distinguir de un tinglado de influencias, tiene como socia a su mujer, que es tan sabia como él, y no lo veo en los comedores de Cáritas. Es cierto que la entrevista de Évole no le ayuda, pero quiero entenderla como su puesta en el mercado. Yo mismo le dije a Toni Bolaño para su libro que me parecía un genio y en la entrevista no lo quiso demostrar.
Su error lo reconoció él mismo antes de emitirse cuando dijo: "no sé cómo la acepté". Pues vaya usted a saber: a lo mejor ha sido porque ahora le toca promocionar el libro de Bolaño. A lo mejor olvidó el consejo más sabio que reciben todos los que ocupan puestos de confianza en las covachuelas del poder: para qué hablar, si lo que interesa no lo puedo decir y lo que puedo decir no interesa.
Para qué hablar sobre todo ante Évole, que es como Alsina: un perro de presa que no deja pasar un matiz sin repregunta. Y yendo a los matices de tu pregunta, querido director, tengo una objeción a las críticas a Redondo: no se le puede reprochar que no dijo nada y acusarlo al mismo tiempo de pecado de indiscreción.