Yo no estoy dispuesto a esperar que el Congreso apruebe esta ley, aunque sea para no perdernos. Todas las leyes necesitan debate previo. Y no solo un debate dentro del gobierno, que en estas materias suele andar a tortas. Y no solo un debate parlamentario, donde la disciplina de voto se impone a la libertad de pensamiento.
Una ley como esta, que toca aspectos tan sensibles de las personas y de su aceptación necesita debate y consenso social. Porque, si ya suscita confrontación entre el feminismo y dentro del gobierno, fíjense la cantidad de conflictos que puede provocar en el conjunto de la sociedad. El problema de las personas trans no es la falta de regulación jurídica, que existe, aunque sea mejorable. El problema está en las dificultades de integración y los derechos de esas personas, sobre todo cuando son adolescentes.
El ministerio de Igualdad piensa que, por establecer la libertad absoluta para escoger el sexo, se resuelven las injusticias y las vejaciones. Personalmente me parece que hay que dar otra vuelta a que un niño de 16 años pueda cambiar de sexo, incluso sin aval médico, o que pueda impedir que su sexo figure en el carné de identidad. No lo veo, qué le vamos a hacer.
Ni veo que se aseguren debidamente sus derechos solo con proclamarlos. Ni veo siquiera que este sea el momento de abrir nuevas tensiones. Los gobiernos están para resolver problemas, no para crearlos o aumentarlos, que es lo que hace el borrador de esta ley.