Madrid |
Y los independentistas, grandes manejadores de la información, a lo suyo, que es obtener lo más posible de la necesidad del aspirante. Se cumple aquello de que, si un joven no se puede emancipar, es un drama personal. Que solo lo puedan hacer uno de cada cinco es una estadística sin rostro.
Pues ahí tenéis, poderosos, el estado de la juventud. Una gran parte, en el paro. Otra, en el empleo precario. Unos cuantos afortunados, bien situados. Y la media se enfrenta a pagar alquileres que suponen el 94 por ciento del sueldo. Para comer, tener coche o ir al cine les queda la miseria. Esta no solo es la crónica de una amargura. Es la crónica de una indigencia.
Se está cumpliendo la maldición que decía que nuestros hijos vivirán peor que sus padres, pero agravada: un porcentaje demoledor, el 90 por ciento, están viviendo de sus padres. Y, si nada cambia, su esperanza de mejora y de emanciparse es la herencia. ¿Nadie se preocupa de eso? Debe de ser porque los gobernantes y demás dirigentes no tienen hijos. Y lo más probable: tiene que ser porque nadie se preocupa de afrontar eso que se llamó problema habitacional.