Un aldeano como yo no es quien para decirles a tantos sabios como hay en Génova 13 qué deben hacer. Si yo supiera eso, si tuviera esa ciencia, me pediría ser el Iván Redondo de Pablo Casado. Así que como aldeano respondo. En primer lugar, no daría excesiva importancia a la confesión de Bárcenas.
Que Rajoy metió una copia en la trituradora ya se lo dijo al juez en 2013, pasaron casi ocho años, el juez no hizo nada y no hay novedad. Ante la acusación de financiación ilegal continuada desde 1982, el PP actual tiene dos posibilidades: o colaborar con la Justicia o encerrarse en la defensa de sus siglas. Colaborar con la Justicia es una obligación legal. Defender sus siglas y a sus gentes es un deber de partido.
Entre esa obligación y ese deber tiene que elegir y no hay salida: una excluye a la otra. Esto es lo que Fernández Miranda llamaría "una trampa saducea". La única escapatoria que tiene el equipo Casado es la que tuvo siempre: alegar que esto es el pasado, que en su mandato no hay comisiones ni dinero ilícito, añadir que Bárcenas denuncia por venganza, y defender el honor de las personas. Sobre todo, de Rajoy, que puede haber sido blando o consentidor ante los indicios de corrupción en el PP, pero nadie duda de su honestidad personal.
Y cuídese, señor Casado: como se sabe desde la moción de censura, para el PP es más peligroso el juicio político que el penal. El juicio penal actúa sobre pruebas. El político aprovecha cualquier indicio para su destrucción.