Si se quiso hacer con máxima publicidad, es que había una segunda intención: demostrar quién manda aquí. Quedó claro quién mandaba, pero la difusión convirtió lo que quizá solo había sido un exceso de celo de Yolanda Díaz en un conflicto de convivencia entre los dos miembros de la coalición. Eso se sumaba a las desavenencias en la crisis agraria, la ley de libertad sexual, todo lo que no conocemos, y a última hora la comisión de investigación del rey Juan Carlos.
Suficiente material explosivo para hablar de cadena de choques. Y a grandes males, grandes soluciones. Ya no basta con hablar entre Sánchez e Iglesias. Ya no vale con una catarsis de ministros ni llamadas al orden. Se precisa una gran liturgia y la gran liturgia es convocar, y con carácter de urgencia, la Comisión de seguimiento o Coordinación del pacto de gobierno. Son los mismos, es verdad. Dará idénticos resultados con esa formalidad o sin ella. Pero se pone gran trompetería.
Se transmite la impresión de que las turbulencias se afrontan con rigor. Después de la reunión se relanzará un mensaje contundente de inquebrantable unidad en los objetivos, perfectamente compatible con la existencia de dos partidos que mantienen su identidad. No encuentro otra explicación.