Lo que hizo el general Garrido ha sido, si no entiendo mal, un elogio del trabajo de la Guardia Civil, que calificó como "riguroso, objetivo y exhaustivo de investigación". Es decir, una atribución de méritos. Si los Mossos se consideran ofendidos, más parece por una cuestión de celos que otra cosa. Seguramente esperaban un elogio que Garrido no pensó, porque era la fiesta de la Guardia Civil, no un acto de hermandad.
La que queda retratada es la extrema sensibilidad que hay en toda Cataluña y se refleja en los Cuerpos de Seguridad. Es una cuestión de piel muy fina, muy sensible a los gestos y palabras. Es un problema de suspicacia que demuestra la fragilidad de los vínculos. Me preguntas si es un indicio de lo que pueda ocurrir a partir de la sentencia y espero que no.
Sería triste pasar del espíritu de colaboración de estos días a un divorcio en el momento más delicado. Pero el temor queda abierto. Lo que suceda dependerá de lo que domine en los Mossos a partir del lunes: la defensa del orden o la defensa de los derechos y libertades, que dijo el conseller de Interior. Como el señor Torra habló ayer de la desobediencia como un derecho, nadie sabe lo que puede ocurrir.