Lo primero que debe hacer la ministra de Hacienda es alegrar esa cara, que ayer oscilaba entre el cabreo y el funeral. La prefiero con su desparpajo y su sonrisa después de los Consejos de Ministros. Unas veces se gana y otras se pierde, ministra.
Lo segundo lo dijo ella misma: tomar nota del golpe y aprender. ¿Y qué hay que aprender? Lo que dijimos aquí el pasado día 2 después de la rebelión de los alcaldes: negociar con los rebeldes. Ellos se ofrecieron, se les dijo no y eso provocó la derrota. Es una derrota buscada.
De este decreto se quiso hacer un trágala y quien tuvo que tragar ha sido el Gobierno. Después, vender mejor la mercancía: si el decreto tiene algo de bueno, no se supo explicar, quedó como una entrada a saco en el dinero municipal y se dejaba a grandes municipios sin un euro de la compensación a fondo perdido.
Conclusión: la negativa a dialogar tiene un tufo de arrogancia difícil de digerir. Los errores de comunicación agravan la mala imagen de gobernar por decreto, que algún día habrá que limitar. Y el no contar con el PNV y Esquerra denuncia la debilidad del gobierno: son socios volubles que prefieren el apoyo próximo y municipal.
En cuanto a Abel Caballero, nuestro compañero Ignacio Varela ya pidió su dimisión. No lo suscribo. Caballero es un buen alcalde, como demuestra su apabullante mayoría absoluta. Pero sería un gesto que plantease una cuestión de confianza a la Federación de Municipios, porque queda muy tocada su autoridad.