Madrid |
En este desplome de la economía hay un porcentaje que no pertenece al gobierno. Si hasta China, la de los crecimientos espectaculares, ha caído, ya me diréis si nosotros podíamos esperar otra cosa. La responsabilidad del gabinete quizá sea ese punto y medio que nos separa de la media de caída de la Zona Euro.
Y ahí están la falta de confianza del inversor ante una coalición que se propuso perseguir a los ricos, que son los que pueden invertir; la incertidumbre derivada de las dos corrientes que hay en el Ejecutivo, con encontronazos que trascienden a la opinión; la confrontación política que impide llegar a acuerdos y resulta poco ejemplar para el ciudadano; y el factor psicológico, que influye tanto como las razones económicas.
Hay que evitar el drama social que puede venir; pero también aclarar de una vez cuál es la política económica, sometida a la erosión del populismo; hacer un programa de estímulos, en vez de apelaciones mágicas al milagro; impulsar la industria, que se está viendo que no existe; proteger a la empresa, en vez de amenazarla, y restablecer un clima de sosiego que permita ese pacto de reconstrucción que tranquilizaría al país. Ahora ya no es deseable; se necesita como el comer.
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