Queda disuelta la mayoría formada para la moción de censura. La cuestión de confianza se puede presentar, faltaría más, pero sería entendida como una operación nueva de lo que tanto dañó la imagen de Sánchez: una enfermiza obsesión por resistir en La Moncloa, pero de difícil negociación.
Se puede ganar y se puede perder. La posibilidad de ganar pasa por volver a ponerse en manos del independentismo, que ya sabemos el precio que pone y solo daría el sí por frenar a la derecha. La posibilidad de perder sería duplicar la derrota de ayer. Esas deben ser las reflexiones del presidente y eso explica el contumaz silencio del presidente, que pasa por el pasillo de periodistas como una esfinge que mide los segundos para superar el asedio.
Así que la salida razonable que queda es ir a elecciones, pero los designios de Moncloa son inescrutables. Sánchez está pensando, decíamos ayer, y tiene un día más para pensar. Casado y Rivera tienen prisa, el presidente decidirá lo que más le convenga a él y al PSOE. Sobre todo, a él, como es natural.