Le doy toda la importancia que se puede dar a un acuerdo político. Formalmente, confirma que la negociación de los Presupuestos del Estado es una feria donde se subastan todas las mercancías. Da igual que sean números que política territorial: gana el mejor postor. El que promete apoyo pasa a ser un aliado; el que no, pasa a ser un frentista.
En cuanto a la mercancía de Rufián que Sánchez compró, no es mala para los intereses del presidente: si Esquerra desatasca la mesa de diálogo con el tono posibilista que ayer mostró, se rebaja la tensión en un momento crucial y quizá divida al independentismo, que es una forma de ganar. Si Esquerra vuelve al redil y salva nada menos que los Presupuestos, se rehace el famoso bloque de la investidura y Pablo Iglesias se tranquiliza porque los amigos y socios se entienden.
Y si, además, Sánchez consigue el voto de Ciudadanos, aunque hoy Rufián y Arrimadas se consideran incompatibles, Sánchez habrá conseguido la cuadratura del círculo y se aproximará a su ideal de "Presupuesto de país".
¿Cuáles son los problemas? Primero, que Torra, más obediente vicario de Puigdemont que nunca, solo asistirá a esa mesa si es para hablar del referéndum. Segundo, que me parece imposible que Ciudadanos suscriba unas cuentas que satisfacen a socialistas, comunistas e independentistas. Y tercero, que esa alianza puede ser demasiada izquierda junta para la Europa de los 140.000 millones, que habla un idioma conservador.