Unos cortes de radio, unos titulares de periódico y un asomo de rencor político que ni consigue el cese del ministro del Interior ni ofrece ninguna solución a ningún problema, que alguno parece que tenemos en este país.
Sus señorías malgastan el ingenio. Contraproducente, porque la bronca no es la mejor compañera de las necesidades de acuerdos que tenemos en medio de la crisis sanitaria y de la espeluznante crisis económica que se nos viene encima. Las descalificaciones entre líderes y partidos dan mucha sonoridad, pero se quedan en gritos, no aportan argumentos y crean un clima de tensión poco compatible con lo que espera la sociedad de sus representantes.
Cuando se va a la caza de la persona, se margina el interés general y se devalúa el debate político. Por eso la clase política sale en las encuestas como uno de los grandes problemas nacionales. Y peligrosa, porque ese rencor entre diputados y partidos se puede trasladar a la calle. Ya hemos visto algunas muestras.
Si para la izquierda toda la derecha es extrema derecha y para la derecha toda la izquierda es también extrema, así lo sentirán también muchos ciudadanos y la sociedad se terminará polarizando. Hoy ya está mucho más polarizada que ayer.