Fernando Ónega: "La reunión entre Sánchez y Torra no se debe celebrar, pero ya no se puede desconvocar"
Es feo mantener esa reunión, pero es mucho más feo desconvocarla. Si forma parte de la rueda de entrevistas de Sánchez con todos los presidentes, no se puede excluir al de Cataluña, cualquiera que sea su situación. Si es el prólogo de una mesa de negociación que se presentó como "de gobierno a gobierno", hay que mantener ese contacto, aunque no sirva para nada. Es la liturgia, tan importante en política como en religión.
Y dicho eso, pagar el precio de imagen, que no será pequeño. No será pequeño por cinco razones. Primera, porque Torra la convertirá la reunión en un acto de propaganda independentista, como todo lo que hace. Segunda, por su intención ante el encuentro, que dejó clara en su declaración institucional de ayer: solo trata de indagar hasta dónde quiere llegar el gobierno en la autodeterminación, y espero que no encuentre un sí de Sánchez.
Tercera, porque no parece que haya mucho que acordar con un señor que se puso a sí mismo fecha de caducidad y falta poco para que se la ponga el Supremo. Cuarta, porque no sé que pinta Torra en una negociación, si, además de esa próxima caducidad, acaba de llamar desleales a quienes realmente se van a sentar a negociar con el PSOE.
Y quinta, porque después de eso, Torra, con Puigdemont, se dedicará a torpedear cualquier avance que no sea su avance hacia la independencia. Sumados todos los factores y riesgos, la situación es entre cómica y kafkiana: esa reunión no se debe celebrar, pero ya no se puede desconvocar.