Es un regalo más que nada simbólico, pero abre una pequeña puerta para la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. O, por lo menos, le permite al gobierno ganar tiempo y alejar unos milímetros el fantasma del adelanto electoral. Y no puedo obtener otra conclusión porque estoy muy cabreado.
No entiendo cómo Carmen Calvo puede decir que la reunión de esta tarde va a ser de presidente a presidente y de vicepresidenta a vicepresidente y después la Generalitat habla de una minicumbre de tres ministros y tres consellers. Tampoco entiendo cómo se llega a esa reunión o reuniones sin apalabrar el formato, tratándose como se trata de un asunto trascendente que se puede interpretar como una rendición ante el independentismo.
Y me indigna el secretismo de las conversaciones, que nos deja sin saber si esa concesión de la foto al soberanismo es el pago por el techo de gasto, aunque lo podamos suponer. Ahora bien: si eso se aprueba, si después se aprueban los Presupuestos, si los presos dejan la huelga de hambre, si no hay violencia mañana y si todo eso significa desinflamación, seré el primero en celebrarlo. Los precios son caros, pero el resultado no es malo. Parece una tregua de Navidad.