Y Torra no va a salir sin esas pancartas, porque se lo manda Puigdemont. Sin acta de diputado y con respiración artificial, esa es su obsesión, pero también su gloria. No tiene otra como líder ni como gobernante.
Y Sánchez no puede salirse de un territorio que se llama marco constitucional. Esas son las antípodas. Y ante las antípodas, aplíquese el principio constitucional de los gallegos: amigos, muy amiguiños, pero a vaquiña polo que vale. Bastante más interesantes parecen las reuniones con la llamada sociedad civil, aunque sean una forma de disimular el encuentro con el supremacista.
Por ahí se tenía que haber empezado, como intentó otra inocente bienintencionada llamada Soraya Sáenz de Santamaría. Pero mira una cosa: intentar, lo hay que intentar, aunque escandalice a la derecha y aunque no salga nada más concreto que la foto. Y si fracasa, habrá que intentarlo otra vez. Y cien veces si es preciso. Si el problema es que el Estado desapareció en Cataluña, que reaparezca aunque solo sea para hablar.