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Fernando Ónega: "Los saharauis acaban de ser condenados a ser un pueblo sin patria"

Fernando Ónega reflexiona en Más de uno sobre la decisión de Donald Trump de reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental y lo que esto supone para España, que ha decidido aplazar su viaje a Rabat.

Fernando Ónega

Madrid |

El pueblo saharaui lleva solo 45 años, desde que en 1975 Hassan II envió la Marcha Verde. España paralizó esa Marcha, por cierto, con el Príncipe Juan Carlos al frente, pero se retiró.

Marruecos se hizo dueño del territorio, y el pueblo saharaui o se sometió o se exilió en Tinduff, en el desierto de Argelia. Desde entonces fue la crónica y la víctima de la impotencia y del comercio político.

De la impotencia, porque Naciones Unidas propuso un referéndum para que decidiera su destino, pero nunca se hizo y ya se puede decir que nunca se hará. Ahí se demostró la nula utilidad de la ONU ante un gobierno que decide desobedecer.

Del comercio político, porque España, siempre en deuda con los saharauis, puso en un plato de la balanza sus intereses urgentes y en el otro al pueblo que reclamaba libertad. Y la realpolitik ya se sabe a quién hace ganador.

Para Marruecos, los hechos. Para los saharauis, las palabras, cada vez menos, cada vez más vacías, cada vez más distantes.

Y ahora, lo de Trump. En un golpe de mano antes de dejar la Casa Blanca, el presidente derrotado cambia pueblo saharaui por relaciones con Israel. Con el poder que todavía tiene Estados Unidos le regala al régimen alauí un territorio ocupado. Mercado político. Con los saharauis se acaba de cometer el último crimen: condenarlos a ser un pueblo sin patria. Y España, con otra prioridad en la cumbre aplazada: contener la migración. De los saharauis ni siquiera se hablará.