Depende de Esquerra, que planteará avances soberanistas y la mesa de diálogo con Cataluña. Depende de Unidas Podemos, que no está claro que acepte como socio a un partido que se define como liberal. Y depende de Ciudadanos, del que lo separan cuestiones esenciales, como Cataluña o la política económica.
Y Ciudadanos tampoco lo tiene fácil: apoyar a un gobierno que la derecha llama social-comunista puede provocar el rechazo de sus votantes más conservadores. No apoyarlo puede hacerle perder el papel que está reconquistando de instrumento útil para la gobernación, quedarse en tierra de nadie y pasar a ser un partido irrelevante.
Hoy, con diez diputados, tiene relieve. Hoy sirve para algo. Sirve para que haya gobiernos conservadores en importantes autonomías y para que Pedro Sánchez no sufra la humillación de una derrota y no sea rehén del independentismo.
Conclusiones perfectamente provisionales: primera, entramos en un tiempo dudoso. Segunda: Sánchez no elegirá libremente, sino forzado por las condiciones que le imponga el socio buscado. Tercera: a Sánchez le gustaría rehacer el bloque que le llevó al gobierno y lo está intentando. Y cuarta: si eso resultase imposible, le gusta mucho más resistir de acuerdo con su trayectoria y mantenerse en el poder.
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