Madrid |
Esto también lo hemos vivido en 1977 cuando Alianza Popular se negaba a hablar con el Partido Comunista en la misma mesa. Se llegó a la primera reunión con la sensación en Moncloa de que nadie iba a asistir. Y sin embargo, ya veis: una negociación previa y discreta hizo que no faltase nadie.
En la sabatina de Pedro Sánchez no hubo esa discreción y ahora se paga, porque nadie se fía de nadie. Si algo se lanza a bombo y platillo, a bombo y platillo se niega. Los éxitos no se regalan. Así que a Sánchez le sobró publicidad y a Casado le sobra contundencia en el no.
Suponer que los Pactos nuevos son un señuelo para cambiar de régimen, como sugiere Casado, me parece mucho suponer, por perversas o ambiciosas que sean las intenciones de Iglesias. Y pedirle a Sánchez que rompa con Iglesias es pedirle lo imposible. Por lo tanto, ha fallado el método.
Nada de esto estaría pasando si Sánchez y Casado no hablasen en declaraciones periodísticas, que todo lo deforman. Debieron hablar mano a mano, en diálogo discreto y sin presiones de la opinión. Pero ya es tarde. Ahora parece que Sánchez quiso hacer de bueno, quiso hacer de Suárez, y su objetivo ya es encontrar un malo que lleve las culpas. Pablo Casado se lo acaba de regalar.
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