Y el diálogo no sirve, desde luego, para frenar lo que viene: una celebración estruendosa del 1-O mañana mismo, un recibimiento hostil de la sentencia y quien sabe si el cumplimiento de la amenaza de “lo volveremos a hacer”. Ante ese panorama, Sánchez se ve obligado a cambiar sus prioridades: ahora es ley y diálogo, por este orden. Lo primero es la ley.
“Con la máxima firmeza”, anunció. 155. Lo que sorprende es el número de veces que lo repite. Y eso es porque estamos en campaña y hay que combatir lo que el PP y Ciudadanos le echaron en cara en abril; porque la intransigencia ante la defensa de la integridad nacional da votos en el resto de España, y porque la obligación del jefe del gobierno español, por muy buenista que sea, es defender la Constitución y el Estado.
Si no dijese lo que está diciendo, mal candidato a la presidencia sería. Deseo que la política del ibuprofeno no haya fracasado como ideal, aunque sea ingenuo. Pero, tal como están las cosas y tal como viene el calendario, el diálogo puede esperar. Tiene que esperar.