Pero Casado habló aquí, dijo lo que dijo y a Sánchez le temblaron las piernas. Un "no" del PP significa, efectivamente, la entrada en el caos, pero el presidente es él. Si todo falla mañana, es preciso que las culpas recaigan sobre el principal partido de oposición, que es el beneficiado en las encuestas.
Es preciso incluso lo que hizo Echenique: empezar a hablar de "los muertos del PP". Los demás son menos importantes, sus votos valen menos porque son menos, se dan por perdidos, o se pueden negociar. Se puede negociar con Arrimadas y parece que se está haciendo. Y se puede negociar con el PNV, que siempre tiene algún precio.
Con Casado se intentó en una larga conversación telefónica, pero no hubo entendimiento. No lo hubo, porque esa llamada llegó tarde, Casado ya se había confesado, y Sánchez, en su pedestal, todavía entiende que ceder es una forma de derrota.
Ante el riesgo de derrota en el Congreso, designó al enemigo y se le hizo responsable. Quiere confrontar con el PP, que es quien le puede apartar del poder. No quiere confrontar con Rufián, cuyos votos volverá a necesitar.
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