Lo que le gustaría a Sánchez sería que Esquerra le diera la mayoría de la investidura y que Ciudadanos le diera una vitola de moderación. Y así se quedaría, además, como rey del mambo y del mando, tan dialogante que pacta a derecha y a izquierda. Como tanta felicidad no existe, a pesar de la disposición de Arrimadas, los cálculos de Sánchez son otros.
Primero: estaría más cómodo en la coalición si Podemos está cómodo, y Pablo Iglesias no hace más que apostar por Esquerra. Lo dijo ayer en La Vanguardia:"la estabilidad pasa por el bloque de investidura". Segundo: si mira a Cataluña, y no le queda más remedio que mirar, es mejor tener a Esquerra como amiga y corresponsable de las cuentas públicas que enfrentada en todo, incluso en las cuentas públicas. Y tercero: si mira a su propia estabilidad, que es lo primero que mira, Esquerra por si sola no le resuelve todo, pero arrastra a Bildu y se acerca a los veinte escaños que faltan para la mayoría absoluta.
Por eso Rufián repite en sus discursos que, o pacta con ellos, o puede caer el Gobierno. Creo que son tres serias razones para una respuesta afirmativa: Sánchez cree que Junqueras es el mejor aliado. No es lo mejor para los mercados, pero es bueno para él. Y por eso Sánchez hace lo que hace: vuelve sin mucha esperanza a la mesa de diálogo porque se lo pide Rufián. Y, como indicativo final, en cada sesión de control trata a Esquerra con toda delicadeza, y en la última dejó a Ciudadanos en la foto de Colón.