Madrid |
Así que no voy a ser tan desconfiado como Irene Montero, aunque sí introduzco un matiz: frente a las promesas sin fecha --las pensiones sí la tienen—siempre queda el conocido y practicado recurso de alegar dentro de dos años: "lo hemos prometido para esta legislatura, no para el primer día". Otra cosa distinta es que al presidente le ocurra lo mismo que a Felipe II con la Armada Invencible: que no envió sus barcos de promesas a luchar contra los elementos.
Y los elementos de hoy se resumen en una palabra: desaceleración. Es decir, crisis. Miren lo que dice el Fondo Monetario: que la guerra comercial puede provocar un brusco frenazo que amenaza a toda una generación. Y miren lo que dicen datos de hoy: que subir las pensiones con el IPC supondrá más de 1.000 millones. Y bajar un 75 % la lista de dependientes costará 1.500 millones.
Vayan sumando, porque solo son dos medidas entre 370. Así que al presidente Sánchez hay que darle un sobresaliente en intenciones y poner un interrogante en su cumplimiento. Y no por su voluntad, que es buena y generosa, sino por eso que dicen los economistas: quizá no haya recursos para tanto gasto público. O, dicho con música de una castiza canción, de dónde saca pa tanto como destaca.