Madrid |
En cuanto a su incidencia política, no tendremos ningún indicio solvente hasta el 10 de noviembre. Si el independentismo se mantiene igual en las urnas, su impacto habrá sido nulo. Si baja, es que Cataluña entró en fase de realismo. Si sube, se cumplirá el diagnóstico de Gabriel Rufián: esta crisis no se resuelve si hay políticos encarcelados. Y de momento veremos enormes movilizaciones en la calle.
Las protestas pasarán y después nos quedará la gran cuestión: ¿basta la acción judicial para resolver el interminable conflicto? Evidentemente, no. El independentismo seguirá ahí, tratará de aprovechar el fallo para crecer con lo que ha sido su alimento ideológico estos dos años: la existencia de presos. Hablar de soluciones políticas es un buen recurso, pero más complicado que nunca.
Lo insólito será ver a instituciones y a todo un gobierno que no acata una sentencia de la máxima autoridad judicial. Y lo más insólito todavía, que se abran las cárceles, como se abrieron a Oriol Pujol. Todo está por ver. De momento lo único que se puede pedir es que se mantenga la paz social. La tensión política va camino de su máximo nivel.