Madrid |
La técnica es que la forma de desprenderse de esa grasa sería una moción de censura, y una moción de censura necesita un candidato. Y claro: Esquerra no quiere otro que no sea Oriol Junqueras y la moción puede no triunfar, porque ni Ciudadanos ni el PDECAT ni el PP lo votarían, con lo cual sería darle oxígeno a Torra y tener que aguantarlo por lo menos un año más.
Y la explicación política es que Torra es un chollo para Esquerra. Mientras Torra esté ahí como bombero pirómano, como agitador que se dedica más a agitar que a gobernar, su partido mantendrá un ritmo de caída constante en intención de voto. ¿Y quién se aprovecha de esa caída? Esquerra, que cada día sube un poco más y desde que Torra está en su puesto es la clarísima ganadora de las elecciones autonómicas, como ya lo ha sido de las generales del 28 de abril.
Prescindir de Torra, echar a Torra, es perder su principal regalador de votos, una bendición. A Torra quien lo tiene que echar de la presidencia es su propio partido, si quiere evitar su ruina electoral. Torra es sinónimo de debacle para el PDECAT. Pero claro: no se lo permitirá Puigdemont, que a ver dónde encuentra un vicario más obediente y leal.