Sabe Dios cuáles son los planes de Sánchez después de lo ocurrido con Podemos tras las elecciones generales. Sabe Dios cuáles son los resultados de las urnas, que son los que cambiarán todo o dejarán todo igual. Sabe Dios si es verdad lo que dice Illa, que afirma que jamás pactará con un independentista. Y sabe Dios cuál es la capacidad de convivencia y olvido entre los de Junqueras y los de Puigdemont, que hoy están enfrentados a muerte.
Yo no me atrevo a hacer de profeta porque a catorce días de las elecciones, con mucho electorado indeciso, todo está abierto y las estrategias no se deben confundir con los deseos. Únicamente digo una cosa: si los independentistas suman más del 50 por ciento de los votos, algo que nunca ha ocurrido, lo de menos serán los planes de Pedro Sánchez y los escenarios diseñados por Iván Redondo, porque los problemas serán otros bastante más decisivos para el futuro del país.
De menos a más, el problema será que el partido más realista, Esquerra, tendrá dificultades para pactar con Illa y para mantener su apoyo al gobierno del Estado. El problema será que la idea de España y los partidos que la defienden han vuelto a fracasar ante la mitad del electorado catalán. El problema será que renacerán el procés, la DUI y todo lo que arruinó a Cataluña. Y el problema será que Puigdemont se pondrá insoportable con la mayoría social de la que presumirá ante Bruselas, ante la ONU y probablemente ante Moscú.