El agua es la sangre de la Tierra. Con el tiempo un barril de pañí valdrá más que un barril de petróleo. No llueve en el abril más cruel y la desembocadura del Tinto y el Guadalquivir es un western entre agricultores y ecologistas. Entre Pedro y Feijóo, que se putean y se dan zancadillas poque se juegan las elecciones.
Esta es la cuestión: o salvar la fresa o salvar lo que queda del paraíso con 300 especies de aves migratorias. Los linces o las viñas.
Una vicepresidenta del Gobierno acusó de señorito al Presidente de la Junta de Andalucía por haber aprobado que se indulte a los agricultores que dan palos al agua y chupan los acuíferos.
Pedro Sánchez ha visitado Parque y ha insistido en que Doñana no se toca. Exige a la Junta que rectifique el atropello. Feijóo le ha recordado al presidente que se escapó en Falcon para no votar la ley de solo el sí y manosear Doñana. Bruselas amenazan a España con una multa de 300 millones de euros. Moreno Bonilla exige ayudas a los agricultores y un decreto de sequía.
Las alzacolas rojizas que se despliegan como un abanico mágico entre las viñas, se van. Y escapan las abubillas, las alondras, los búhos y las águilas. Se secan los alhelíes de mar.
En el rincón del flamenco, querido Carlos, donde los caballos bailan está amenazado el vino de Falstaff, el Sancho Panza de Shakespeare, un bufón tan inteligente como Hamlet. El gran borracho, con dos yardas de barriga, toma Jerez o vino de Canarias con tostadas en las tabernas.
Ronca como un caballo y dice que un jarro Jerez enciende el cerebro, hace a los hombres valientes y sagaces, ilumina la cara y calienta el corazón. Viva el vino.