Hay un dicho que se dedica a Córdoba y también a Madrid: "Ciudad bravía que entre antiguas y modernas tiene cien tabernas y una sola librería". Madrid tiene una tasca más, que se llama Garibaldi, en honor a las brigadas internacionales, calle Ave María de Lavapiés que ha montado Pablo Iglesias, al que se le vio secando los cubiertos después de haber sido vicepresidente del Gobierno.
Esta vez no funcionaron las Puertas Giratorias. El vino se sirve con humor de izquierdas en las mesas de los rojos y de Pepa Flores porque a nadie le gusta un tabernero triste. En la tasca hay un letrero que dice, las tabernas son el último bastión de libertad del proletariado. Y no hay otro proverbio que explique que el jornal del obrero se queda en el mesòn del tabernero.
En el tango de Gardel se canta, como ya no tengo amores y los que tuve murieron, placer encuentro en el vino que me brinda el tabernero. En el bareto de Pablo puedes pedir Enchiladas Viva Zapata, Fidel mojitos , Dry Martini Che o Durruti aunque fuera anarquista.
Pero los anarcos han hecho una pintada exigiendo que retire el nombre de Durruti. Cuando se cierra la taberna suena Belle Ciao.
Pablo nació para desbordar a los viejos partidos y dar el sorpasso al PSOE. Luego la propia izquierda lo satanizó y se lo tragó después la estrella del cine mudo. Ningún partido ha llegado tan cerca del poder en tan poco tiempo: 5 millones de votos, 71 diputados, 23 senadores, alcaldías en las grandes ciudades. Pero como en el poema de Manuel Machado todo lo ganaron y todo lo perdieron. Querido Carlos digamos hoy, echa vino tabernero que es mejor que cante el cuco que y no que cante la rana y viva el vino.