El nuevo Gobierno para unos es un esperpento. Para otros una hazaña de Pedro Sánchez, la nueva encarnación de Maquiavelo, un crack. Pero llegan las primeras señales oscuras de un nuevo autoritarismo.
Ni siquiera los socialistas gozan por la conquista del poder. Se sienten señalados, perseguidos. Les llaman traidores e intentan asaltar las casas del pueblo y su sedes todos los días. Cómo verá Sánchez el panorama que ha hablado por primera vez de "diálogo entre diferentes".
El que entre risas prometió un muro para las derechas ha cambiado el discurso. La carcajada mofándose de Feijóo ha hecho preguntar a éste si fue un tic normal o hay algún indicio patológico, quizás fue de psicópata, la enfermad del poder. Ahora es el PSOE el que se siente acosado y el Gobierno ha ordenado a la policía detener en su domicilio a Pablo Lucini de Democracia Nacional, y a tres más por los altercados calle de Ferraz. Les acusan de provocar desórdenes públicos.
Como respuesta a la persecución al PSOE, llegarán autobuses el domingo a Madrid para un acto de exaltación del líder. Pedro subirá al escenario con Zapatero al que pondrán como ejemplo de orgullo socialista ante la deserción de Felipe González y Alfonso Guerra. Y Guerra, uno de los autores de la Constitución que se quieren cargar se preguntó: "¿Dónde se ha visto que las leyes las escriban los delincuentes? Añadió que faltaban 7 votos y los han comprado a los nacionalistas que son ridículos y les han soltado 14.0000 millones de euros ".
Querido Carlos: bebamos el vino de Borges que exalta la alegría y mitiga el espanto y no la carcajada salvaje bailando el sirtaki de Zorba el Griego saludando el desastre. ¡Viva el vino!