Pablo Casado el domingo no teme al número trece, sino a la lluvia. Planteó las elecciones como un paseo a caballo y ahora teme que no haya paraguas para la abstención.
A su candidato Mañueco le acusan de haber adelantado las elecciones para que su jefe ganara las primarias en Castilla y León, luego las de Andalucía y, por último, las de La Moncloa.
Los candidatos se retrataron con vacas y remolachas por donde cabalgó el Cid, la cuna del parlamentarismo, el puño de la espada que conquistó el mundo e hizo España, su vino y su palabra.
En la campaña los del foro trataron a los votantes como a paletos, como los trataban en las revistas de coristas. La excepción fue Pablo Iglesias que citó la Eneida de Virgilio en latín para decir la famosa frase: "No os fiéis de los griegos, incluso si traen regalos".
La mayoría absoluta que soñaba Génova no parece clara, y si tuvieran que ceder la Presidencia de las Cortes y la vicepresidencia del Gobierno a Vox, el futuro de Casado se complicaría, podría ser negro. Por eso, Mañueco declaró que antes de gobernar con Vox volvería a convocar elecciones.
Participó en los mítines la estrella del cine mudo, pero no habrá Ayusazo. El resultado está en las rodillas de los Dioses y en las nubes. Todo depende del tiempo y también de la España Vacía.
Dice Narciso Michavilla que, si la participación baja del 33%, a las 14:00 horas podría haber un gobierno de izquierdas. Se va a saber a las dos de la tarde quién gana las elecciones.
Brindemos, querido Carlos, con el buen vino que cantó hace ochocientos años Gonzalo de Berceo en La Rioja, por los racimos que están en las gárgolas de las Catedrales y en la ribera de los ríos.
¡Y viva el vino!