El PSOE se había convertido en un partido cesarista y ahora el César amenaza con marcharse. El alcalde de Madrid ha afirmado que no se va a ir ni con agua caliente y Aznar acusa a Sánchez de montar un marea populista para destruir la democracia.
El Presidente tiene cuatro caminos: dimitir, seguir luchando contra lo que él llama la jauría ultra, someterse a una moción confianza o disolver las cortes cuando se cumpla un año de legislatura.
Cuando estaba en la cima de su impopularidad, con su espantá ha logrado movilizar a los corazones de su partido y subir la intención de voto del PSC en Cataluña. Ese partido dice con Sánchez hasta la muerte. El que estaba acosado por abucheos, silbidos y pataleos recibe en estas horas gritos de no pasarán. Pedro no te rindas. No estás solo.
Hay concentraciones en la calle Ferraz el sábado. Esta vez a favor. No como siempre porque si las torres se miran por su sombra y los políticos por sus detractores, Sánchez es una torre.
Plutarco ya dio el diagnóstico de un político despreciado: “Quiere hacerse amar, y se hace odiar. Quiere hacerse admirar y hace el ridículo ofende a sus amigos, sirve a sus enemigos y labra su propia perdición”. Le acusan de Narciso, de autócrata, de que el poder es él solo, pero ahora sabemos que, si no miente, estaba dispuesto a dimitir por el amor a su mujer y lo que se por por amor está más allá del bien y del mal.
Zoe Valdés dice que está tan enamorado como Napoleón de Josefina. Querido Carlos, recordemos que el vino y el amor hacen un perfecto maridaje y digamos: ¡Viva el Vino!