Puigdemont, un caganer carlista, desde el coche oficial proclamó la República de Cataluña. Y luego se escapó como un jindón corto de cuello. Ahora va a decidir quién gobierna España.
Ha declarado que no se abstendrá en la investidura, que votará sí o no, para evitar otras combinaciones. Seguro que votará sí porque nunca se verá en un desatino igual. Dice que Cataluña no tiene rey, que Felipe VI puso la Corona al frente de la represión y ha colocado, un retrato del monarca boca-abajo. No le perdonan al Rey que parara el primero de Octubre igual que su padre paró el del 23 de febrero.
El bolívar de opereta rechaza a Illa como mediador, a Llarena como juez para que no le ponga las pulseras, exige el certificado de penales limpio para la familia Pujol que le avisa que no se deje engañar por Sánchez.
Feijóo declara que Pedro es un actor de reparto en la obra que dirige Puigdemont. Pero Sánchez con su sed de poder puede estar más tiempo en el palacio de la Moncloa que Felipe González. Los separatas que dejan Cataluña entrampada y dividida lo que quieren es trincar y mandar en la Generalitat. Su Republiqueta fue una collonada y un fracaso, pero con 7 votos pueden cambiar el régimen.
Paco Vázquez, que rompió el carnet del PSOE, será uno de los oradores el domingo en mitin de la Sociedad Civil Catalana y ha dicho que lo que pretende la amnistía es parar el golpe de Estado del 2017.
Solo las copas de la fraternidad pueden cerrar este abismo, querido Carlos. Hoy defiendes la democracia y la soberanía de España desde el infinito viñedo de La Mancha, donde Sancho empinando la bota llamó al vino hijo de puta y católico para elogiarlo. ¡Viva el vino!