Antes se gobernaba por la gracia de Dios, ahora por la gracia de los separatistas. Otegi ha salvado la legislatura apoyando el decreto anticrisis para mitigar la crisis de la guerra en Ucrania, con medidas como el Ingreso Mínimo Vital, la bajada de combustibles o el apoyo a transportistas.
Los separatistas catalanes abandonaron el Gobierno, los separatistas vascos lo salvaron. A cambio, los Frankenstein exigen la cabeza de Margarita Robles. La ministra de Defensa les ha preguntado qué tiene que hacer un Estado cuando se declara la independencia. Los separatistas saquearon el dinero público, proclamaron la república que duró unos segundos, anunciaron desobediencia, fueron juzgados y luego indultados, ahora se ofenden porque los servicios secretos les escucharon cuando hablaban con los rusos.
En el informe de la Universidad de Toronto metió la mano Elies Campo, cerebro del tsunami democrático y del CNI catalán. Entre sus hazañas, se le acusa de la ocupación del aeropuerto de Barcelona. Elies falso ingeniero y un hijo de Woody Allen como periodista acusan al Estado español de pinchar los teléfonos de independentistas, cosa que no suele hacer el CNI sin la autorización del juez.
El Gobierno sigue con las manos de ERC en el cuello. Ese partido ha regresado a su ADN carlista, juega a hundir la legislatura, pero va de farol, porque nunca mandarán tanto como con Pedro Sánchez. Todo esto ocurre cuando Ayuso ha tuiteado: "Los señores del Gobierno nos quieren prohibir el buen vino". El Gobierno ha contestado que no era prohibición, sino recomendación.
Querido Carlos, por lo menos aún podemos decir viva el vino.