El gobierno apenas puede gobernar, debido a su extrema debilidad parlamentaria. Los presupuestos dependen de cinco diputados vascos. Cataluña depende, en buena medida, de tres jueces de una región de Alemania. La Comunidad de Madrid está atrapada en un falso máster universitario. El parlamento es un lugar inoperativo, en el que de vez en cuando asistimos a debates encendidos sobre asuntos que, en el mejor de los casos, apenas sirven para obtener victorias o derrotas simbólicas que no sirven para nada práctico.
Y el tiempo pasa. La única noticia esperanzadora es que la economía se ha acostumbrado a funcionar al margen de la política, como ocurre en Italia desde la Segunda Guerra Mundial. El temor es que esa situación de cierta bonanza no pueda durar mucho tiempo más.