Y las dos, Madrid y Cataluña, coinciden en buscar a un presidente que no tenga problemas con la justicia. En Cataluña, el problema es que, de momento, Puigdemont no ha querido permitir una investidura legal, porque él y los suyos prefieren incumplir las leyes y forzar el brazo al Estado.
Veremos si eso cambia esta semana. La dificultad en Madrid es distinta. Después de la experiencia vivida durante años, resulta imposible saber si el PP encontrará a alguien que no tenga un cadáver escondido en el armario, un máster fantasma o un par de cremas sin pagar en el bolso. La única buena noticia es que la economía ha decidido ignorar a la política, y sigue su propio camino. Lo que demuestra que, quizá, los gobiernos no sean tan importantes como ellos creen.