Ya cuando Rajoy anunció su renuncia al liderazgo, hubo una movilización en las altas esferas del PP para que solo se presentara un candidato. Pero se presentaron seis. Entonces pidieron un acuerdo para que hubiera un candidato de consenso.
Pero ninguno se retiró de la carrera. Ahora son dos, y los restos que quedan del viejo aparato están en el empeño de que Pablo Casado se rinda y conceda la victoria a Soraya Sáenz de Santamaría sin necesidad de que los compromisarios tengan que pronunciarse por uno u otro, no vaya a ser que tengan su propia opinión. Y, por supuesto, se niegan a que haya un debate, porque los candidatos podrían poner de manifiesto sus desacuerdos. La pregunta es por qué en su día aprobaron las primarias, si no las quieren. Porque ahora, con tantos obstáculos, están haciendo el ridículo.