Estas dos circunstancias, la ausencia de una investidura y la prisión preventiva, podrían no estar relacionadas, pero sí lo están porque de la lectura de los autos del juez Llarena se concluye que si ya hubiera un president libre de cargos judiciales, los encarcelados quizás estarían en su casa porque sus posibilidades de seguir delinquiendo serían mucho menores.
Pero es Carles Puigdemont quien les impide recuperar la libertad porque su gran obsesión es que no haya investidura. Y no quiere una investidura viable y efectiva porque dejaría de ser el protagonista para convertirse en un actor de reparto.
Por el contrario, los presos son rehenes del interés particular de Puigdemont, que maneja al independentismo desde Berlín como los titiriteros manejan a sus marionetas.