El colapso de la AP-6 ha permitido señalar a un culpable en casi cualquier dirección. El gobierno ha recibido la acusación directa de los partidos de la oposición, de buena parte de los medios de comunicación y de muchos de los afectados. La empresa concesionaria de la autopista recibe la acusación del gobierno. Y, de forma más o menos directa, la DGT ha deslizado que los automovilistas debieron evitar meterse en la AP-6 si no llevaban cadenas.
Y, por supuesto, el problema es que nevó demasiado. El entusiasmo en la petición de dimisiones, sólo se iguala en España con el entusiasmo por no dimitir. La peripecia de miles de personas atrapadas en la nieve se repite, invariablemente, casi cada año. Y, de igual forma, se repite la ceremonia de buscar un culpable, y de que nadie dimita. Y lo peor: también se repite la falta de un protocolo efectivo, uno que de verdad funcione, y que evite la repetición del problema.